Todos los días
al mirar en tus ojos
los recuerdo.
Llevaba tiempo esperando cuando le vio aparecer al fondo de la calle. Aunque la mañana había salido soleada, iba embutido en su abrigo, con el cuello levantado y con las manos en los bolsillos. Cuando él la vio, con disimulo tiró el cigarrillo que llevaba en su boca, sabía que a ella no le gustaba verle fumar, pero, a pesar de ello, una pavesa iluminó su camino hacia el suelo.
Cuando pudo ver su rostro, observó que una sonrisa amplia la saludaba al otro lado.
- ¿Qué tal pequeña? - le saludó Thomas, a la vez que le besó sus dos mejillas y Mariam hacía el amago de separarse.
- Ahora bien. Te llevo esperando desde hace mucho tiempo - le respondió agriamente.
Pudo ver cómo la cara de Thomas se entristecía con un fino velo que apagaba sus ojos.
- Se me complicaron las cosas en el trabajo. Ya sabes que donde hay patrón, no manda…
Antes de que acabara la frase, Mariam le acarició la barbilla y se dejó raspar por la barba de varios días.
- No he podido -intentó a modo de disculpa-. Ya te he dicho…
- No te preocupes -se puso Mariam uno de sus dedos en los labios-. Tenía tantas ganas de verte, como para ahora estar perdiendo el tiempo.
Los ojos de Thomas brillaron de nuevo, con ese aire travieso que recordaba al niño que recibía la bronca de su madre. Con su padre era distinto, él siempre fue más serio, más severo.
- ¿Cuánto tiempo tendré que estar en casa de los señores Malone? -le soltó como si se hubiera quitado la pregunta de encima.
Thomas tuvo la sensación de que ella había calculado cada una de las palabras en el tiempo que le estuvo esperando, o quizás, desde la última vez que le vio.
- Sabes que estoy intentando conseguir dinero, que no es fácil y que el trabajo…
- ¡Siempre igual! No te imaginas lo que es aguantar a la señora Malone todo el día. Mariam trae esto, Mariam limpia aquello, Mariam sirve el café al señor Malone -se detuvo un momento, guardando silencio hasta tener las fuerzas suficientes para continuar- ¡Y qué decirte del señor Malone…!
- ¡Qué te ha hecho…! -ahora fue él quien la interrumpió- ¡Si me entero que te hace algo… o intenta…!
- Tranquilo Thomas no ha pasado nada -tragó saliva y le miró a los ojos-, pero es que ya no soy ninguna niña y empiezo a llamar la atención -se giró dando la espalda a Thomas.
- Sabes que lo estoy intentando por todos los medios a mi alcance -le agarró de los hombros para que sintiera su protección-, en cuanto reúna el dinero suficiente nos vamos a vivir juntos.
- ¡Ojalá Dios te oiga! -a continuación exhaló un gran suspiro.
- Una señorita como tú, no puedes vivir en un cuchitril como el mío.
Las primeras lágrimas se asomaron a los ojos de Mariam, dándose la vuelta y buscando los ojos de Thomas. Él sólo la pudo acoger entre sus brazos.
- Tranquila hermanita. Verás como volvemos a estar juntos muy pronto, como antes, cuando vivían papá y mamá.
El llanto de Mariam se hizo más fuerte y agarró más fuerte a su hermano.
- Nunca será como antes.
- No quería decir…
- ¡Nunca!
Nómada
Noviembre 2008 ©
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