Podemos encontrar un principio o una causa, existente ya en el propio título de la obra, ese “Muchas veces me pediste que te contará esos años”, ya marca el motor de toda la novela, pero podemos encontrar igual de importante la forma que se utiliza la propia historia para ser narrada. Que el narrador-personaje cuente la historia a una segunda persona, a una segunda persona que se convierte en muchas partes del propio libro en ese yo que nos habla. Todo en forma de monologo interior, de falsa carta, en secuencias que en un principio parecen inconexas pero que tienen un sentido en el propio tiempo de la narración y en las escenas finales. Encontramos ese orden o desorden que seguiría el relato que cualquier persona al relatar nuestra propia vida.
Y ya tenemos presentado el nudo del libro, la narración que cualquier persona haría de sus propios recuerdos: con sus confusiones, con sus exageraciones, con sus mentiras, con sus verdades escondidas, al igual que está anotado en la propia novela: “en tu memoria hay desvarío y mentira e imaginación y cuento”. Utiliza una prosa sin recursos estilísticos, sin una correcta puntuación, sin un orden gramatical, consiguiendo de esta manera que el lector vea plasmada la forma de pensar, la forma que tiene cada uno de escuchar su propia voz interior, sin orden, sin literatura, todo real.
Es la narración del paso del tiempo lo que se consigue expresar en cada una de las páginas, de las secuencias, de los recuerdos. Descubrimos un tiempo que salta de un lugar a otro, formando un collage que forman un todo.
Queremos aprovechar siempre, con detalles que encontramos en cada minuto que conseguimos sobrevivir; cada despedida que protagonizamos y nombre que tachamos en nuestras agendas, sin reponernos de cada lugar que abandonamos y las imágenes se van quedando grabadas muy dentro de uno mismo.
En el desenlace llegamos a la misma conclusión que efectuaría cualquier lector, que arrastramos las mismas preguntas que no solucionamos en nuestra juventud, vidas que dejamos de vivir, personas que han ido desapareciendo en nuestro día a día, y con todo eso llevamos la mochila que llevamos a la espalda llena de recuerdos, de sueños, de mentiras y que lo confundimos con el peso del tiempo, pero que no es otra cosa que la propia vida.
Siguiendo las palabras del propio autor: “El único estímulo del periodista es el tiempo”, en ellas descubrimos que lo en su día fue un estímulo, en el día que se escribe el libro sigue siendo la fuente principal de incentivo para el protagonista, pero lo que no es capaz de reconocer que el tiempo siempre fue su condena.
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