Pero, al fin y al cabo, usted no es más que un hombre.
Casi nunca veo la televisión mural, ni voy a las carreras o a los parques de atracciones. Así, pues, dispongo de muchísimo tiempo para dedicarlo a mis absurdos pensamientos.
La gente era como antorchas, que ardían hasta consumirse.
No se sentía feliz. No era feliz. Pronunció las palabras para sí mismo. Reconocía que este era el verdadero estado de sus asuntos. Llevaba su felicidad como una máscara, y la muchacha se había marchado con su careta y no había medio de ir hasta su puerta y pedir que se la devolviera.
¡Dice que soy una cebolla muy original! Le tengo ocupado pelando capa tras capa.
Me limito a estar sentada y a pensar.
Nadie tiene ya tiempo para nadie.
Todo es abstracto. Es lo único que hay ahora. Mucho tiempo atrás los cuadros a veces decían algo o incluso representaban a personas.
El tiempo se ha dormido a la luz del sol del atardecer.
Tiene que haber algo en los libros, cosas que no podemos imaginar para hacer que una mujer permanezca en una casa que arde. Ahí tiene que haber algo. Uno no se sacrifica por nada.
Estuve meditando… y también sobre los libros. Y, por primera vez, me di cuenta de que había un hombre detrás de cada uno de ellos. Un hombre tuvo que haberlo ideado. Un hombre tuvo que emplear mucho tiempo en trasladarlo al papel. […]
Quizás algún hombre necesito toda una vida para reunir varios de sus pensamientos, mientras contemplaba el mundo y la existencia.
La mente del hombre gira tan aprisa, a impulsos de los editores, explotadores, locutores, que la fuerza centrifuga elimina todo pensamiento innecesario, origen de una perdida de valioso tiempo.
Los años de universidad se acortan, la disciplina se relaja, la Filosofía, la Historia y el lenguaje se abandonan, el idioma y su pronunciación son gradualmente descuidados. Por último, casi completamente ignorados. La vida es inmediata, el empleo cuenta, el placer lo domina todo después del trabajo. ¿Por qué aprender algo, excepto apretar botones, enchufar conmutadores, encajar tornillos y tuercas?
Una hora filosófica, una hora de melancolía.
Más deporte para todos, espíritu de grupo, diversión, y no hay necesidad de pensar, ¿eh? Organiza y superorganiza superdeporte. Más chistes en los libros. Más ilustraciones. Autopistas llenas de multitudes que van a algún sitio, a algún sitio, a algún sitio, a ningún sitio. El refugio de la gasolina. Las ciudades se convierten en moteles, la gente siente impulsos nómadas y van de un sitio para otro, siguiendo las mareas, viviendo una noche en la habitación donde otro ha dormido durante el día y el de más allá la noche anterior.
Cuanto mayor es el mercado menos hay que hacer frente a la controversia, recuerda esto. Todas las minorías menores con sus ombligos que hay que mantener limpios. Los autores, llenos de malignos pensamientos, aporrean las máquinas de escribir.
La palabra “intelectual”, claro está, se convirtió en el insulto que merecía ser. Siempre se teme a lo desconocido.
Hemos de ser todos iguales. No todos nacimos libres e iguales, como dice la Constitución, sino todos hechos iguales. Cada hombre, la imagen de cualquier otro. Entonces, todos son felices, porque no pueden establecerse diferencias ni comparaciones desfavorables. Un libro es un arma cargada en la casa de al lado. Quémalo. Quita el proyectil del arma. Domina la mente del hombre. ¿Quién sabe cuál podría ser el objetivo del hombre que leyese mucho?
Custodios de nuestra tranquilidad de espíritu, de nuestro pequeño, comprensible y justo temor de ser inferiores.
Has de comprender que nuestra civilización es tan vasta que no podemos permitir que nuestras minorías se alteren o se exciten. Pregúntate a ti mismo: ¿qué queremos en esta nación, por encima de todo? La gente quiere ser feliz, ¿no es así? ¿No lo has estado oyendo toda tu vida? “Quiero ser feliz”, dice la gente. Bueno, ¿no lo son? ¿No les mantenemos en acción, no les proporcionamos diversiones? Eso es para lo único que vivimos ¿no? ¿Para el placer y las emociones? Y tendrás que admitir que nuestra civilización se lo facilita en abundancia.
Serenidad, libérate de tus tensiones internas. ¿Los funerales son tristes y páganos? Eliminémoslos también. […] No sutilicemos con recuerdos acerca de individuos. Olvidémoslos. Quemémoslo todo, absolutamente todo. El fuego es brillante y limpio.
Ella no quería saber cómo se hacía algo sino “por qué”. Esto puede resultar embarazoso. Se pregunta el porqué de una serie de cosas y se termina sintiéndose desdichado. Lo mejor que podía pasarle a la pobre chica era morirse.
Si no quieres que un hombre se sienta políticamente desgraciado, no le enseñes dos aspectos de una misma cuestión, para preocuparle, enséñale sólo uno. O, mejor aún, no le des ninguno.
Dale a la gente concursos que puedan ganar recordando las letras de las canciones más populares, o los nombres de las capitales del Estado o cuánto maíz produjo Iowa el año pasado. Atibórrale de datos no combustibles, lánzalos encima tantos “hechos” que se sientan abrumados, pero totalmente al día en cuanto a información. Entonces, tendrán la sensación de que piensan, tendrán la impresión de que se mueven sin moverse. Y serán felices, porque los hechos de esta naturaleza no cambian. No les des ninguna materia dedicada a la Filosofía o la Sociología para que empiecen a atar cabos. Por ese camino, se encuentra la melancolía. Cualquier hombre que pueda desmontar un mural de televisión y volver a armarlo luego, y, en la actualidad, la mayoría de los hombres pueden hacerlo, es más feliz que cualquier otro que trate de medir, calibrar y sopesar el universo, que no puede ser medido ni sopesado sin que un hombre se sienta bestial y solitario. Lo sé, lo he intentado ¡Al diablo con ello!
No permitir que el torrente de melancolía y la funesta Filosofía ahoguen nuestro mundo.
Lo importante es la felicidad. La diversión lo es todo. Y, sin embargo, sigo aquí sentado, diciéndome que no soy feliz, que no soy feliz.
¿Nos divertimos tanto en casa que nos hemos olvidado del mundo? ¿Acaso somos tan ricos y el resto del mundo tan pobre que no nos preocupamos de ellos? He oído rumores. El mundo padece hambre, pero nosotros estamos tan alimentados. ¿Es cierto que el mundo trabaja duramente mientras nosotros jugamos? ¿Es por eso que se nos odia tanto?
Todas las cosas absurdas que significan las palabras, todas las falsas promesas, todas las ideas de segunda mano y las filosofías estropeadas por el tiempo.
La gente era forzada a la sumisión; no huía, no había sitio donde huir.
Tenemos todo lo necesario para ser felices, pero no lo somos. Falta algo.
No son los libros lo que usted está buscando. Búsquelo donde pueda encontrarlo, en viejos discos, en viejas películas y en viejos amigos; búsquelo en la Naturaleza y búsquelo por sí mismo.
Los buenos escultores tocan la vida a menudo. Los mediocres sólo pasan apresuradamente la mano por encima de ella. Los malos la violan y la dejan por inútil.
La primera condición es calidad de información. La segunda, ocio para asimilarla. Y la tercera, el derecho a emprender acciones basadas en lo que aprendemos por la interacción o por la acción conjunta de las otras dos.
Cuando no se tiene nada que perder, pueden correrse todos los riesgos.
En cualquier caso, es usted tonto. La gente se “divierte”.
Toda la cultura está deshecha.
En el silencio, nuestro susurro pudiera ser oído.
Los que no construyen deben destruir. Es algo tan viejo como la Historia y la delincuencia juvenil.
No quiero cambiar de bando y que sólo se me diga lo que debo hacer. En tal caso, no habría razón para el cambio.
Teme usted cometer errores. No tema. De los errores, se puede sacar provecho. ¡Si cuando yo era joven arrojaba mi ignorancia a la cara de la gente! Me golpeaban con bastones. Pero cuando cumplí los cuarenta años mi romo instrumento había sacado una fina y aguzada punta. Si esconde su ignorancia, nadie le atacará y nunca llegará a aprender. Ahora mueva esos pies.
“Las palabras son como hojas, y cuanto más abundan raramente se encuentra debajo demasiado fruto o sentido” Alexander Pope
“Un poco de instrucción es peligrosa. Bebe copiosamente, o no pruebes el manantial de la sabiduría, esas corrientes profundas intoxican el cerebro, y beber en abundancia nos vuelve a serenar”. Alexander Pope
Conversaban del dinero que debían.
Me doy cuenta de que hago lo que hubiese debido hacer hace siglos. Durante cierto tiempo, no tengo miedo. Quizá sea porque, por fin, estoy cumpliendo con mi deber.
Se alejaba de la gente que comía sombras para desayunar, humo para almorzar y vapores para cenar.
El sol ardía a diario. Quemaba el Tiempo. El mundo corría en círculos, girando sobre su eje, y el tiempo se ocupaba de quemar los años y a la gente, sin ninguna ayuda por su parte.
El silencio estaba en los rostros de los hombres, y el tiempo estaba allí.
No se puede “obligar” a la gente a que escuche. A su debido tiempo, deberá acudir, preguntándose qué ha ocurrido y por qué el mundo ha estallado bajo ellos. Esto no puede durar.
Lo más importante que debíamos meternos en la cabeza es que no somos importantes, que no debemos de ser pedantes. No debemos sentirnos superiores a nadie en el mundo.
Esto es lo maravilloso del hombre: nunca se desalienta o disgusta lo suficiente para abandonar algo que debe hacer, porque sabe que es importante y que merece la pena serlo.
No juzgue un libro por su sobrecubierta (asimilándolo al ser humano).
Y cuando murió, de pronto me dí cuenta de que no lloraba por él, sino por las cosas que hacía.
Cuando muere, todo el mundo debe dejar algo detrás. […] No importa lo que hagas en tanto que cambies algo respecto a como era antes de tocarlo, convirtiéndolo en algo que sea como tú después de que separes de ello tus manos. La diferencia entre el hombre que se limita a cortar el césped y un auténtico jardinero está en el tacto. El cortador de césped igual podía no haber estado allí, el jardinero estará allí para siempre.
Cuando en la oscuridad olvidamos lo cerca que estamos del vacío, algún día se presentará y se apoderará de nosotros, porque habremos olvidado lo terrible y real que puede ser.
Llena tus ojos de ilusión. Vive como si fueras a morir dentro de diez segundos. Ve al mundo. Es más fantástico que cualquier sueño real o imaginario. No pidas garantías, no pidas seguridad. Nunca ha existido algo así. Y, si existiera, estaría emparentado con el gran perezoso que cuelga boca debajo de un árbol, y todos y cada uno de los días, empleando la vida en dormir. Al diablo con eso, sacude el árbol y haz que el gran perezoso caiga sobre su trasero.
Hoy empezaremos a andar y a ver mundo, y a observar cómo la gente anda por ahí y habla, el verdadero aspecto que tiene. Quiero verlo todo. Y aunque nada de ello sea yo cuando entre, al cabo de un tiempo, todo se reunirá en mi interior, y será yo. Fíjate en el mundo, Dios mío, Dios mío. Fíjate en ese mundo, fuera de mí, más allá de mi rostro, y el único medio de tocarlo verdaderamente es ponerlo allí donde por fin sea yo, donde esté la sangre, donde recorra mi cuerpo cien mil veces al día. Me apoderaré de ella de manera que nunca podrá escapar. Algún día, me aferraré con fuerza al mundo. Ahora, tengo un dedo apoyado en él. Es un principio.
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